La jornada del Día Internacional de los Suelos confirma el papel estratégico de los organismos públicos de certificación ecológica en la implementación de la nueva Directiva Europea de Vigilancia y Resiliencia del Suelo
El pasado 5 de diciembre, coincidiendo con la celebración del Día Internacional de los Suelos, Madrid acogió una jornada de alto nivel organizada por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA). El evento fue inaugurado por el ministro de Agricultura, Luis Planas, quien subrayó la necesidad de situar la salud del suelo en el centro de la política agraria y ambiental. La cita marcó un hito: la ciencia, la normativa europea y el sector agrario coincidieron en un diagnóstico común y en una urgencia compartida.
La publicación de la nueva Directiva Europea de Vigilancia y Resiliencia del Suelo, aprobada el 12 de noviembre y llamada a transformar el marco agrario europeo, fue el eje central de la jornada. Europa legisla por primera vez sobre el suelo como recurso vivo, estratégico y vulnerable. La norma —cuya transposición deberá completarse antes de 2028— establece definiciones armonizadas, metodologías comunes y un sistema de monitorización periódica que aspira a un objetivo tan ambicioso como imprescindible: que todos los suelos de la Unión Europea sean saludables en 2050.
Entre los asistentes institucionales destacó la presencia de INTERECO, la asociación sin ánimo de lucro que agrupa a las Autoridades Públicas de Control de Agricultura Ecológica. Su participación resultó especialmente relevante, pues la nueva política europea sitúa a los suelos ecológicos como una pieza clave para aumentar la capacidad de secuestro de carbono, reducir la erosión y mejorar la biodiversidad edáfica. INTERECO trasladó al MAPA una posición técnica coherente con años de trabajo sobre el terreno y puso sobre la mesa una evidencia ya consolidada por los datos científicos: las prácticas ecológicas incrementan la materia orgánica, mejoran la estructura del suelo y aumentan su capacidad de absorción de carbono.
El encuentro dejó claro que la nueva directiva europea no es un documento teórico, sino una hoja de ruta con hitos, calendarios y obligaciones: inventarios de suelos potencialmente contaminados antes de 2029, portal público de datos en 2027, primeras mediciones armonizadas en 2030 y evaluaciones de salud del suelo cada seis años. La magnitud del desafío exige la colaboración activa de administraciones, organismos certificadores, universidades y agricultores.
Los datos presentados durante la jornada son tan contundentes como reveladores. El 44% de los suelos agrícolas europeos está perdiendo carbono, y hasta 50 millones de hectáreas podrían mejorar su capacidad de secuestro si se gestionan mediante prácticas sostenibles. La agricultura ecológica, tal y como confirmaron los modelos LUCAS y los estudios presentados, emerge como uno de los vectores más eficaces para revertir esta degradación.
España, por su diversidad edafológica y por su peso en la producción agrícola europea, tendrá un papel determinante en el éxito o fracaso de esta política. Y es precisamente aquí donde la cooperación entre el MAPA e INTERECO adquiere un valor estratégico: los datos reales del terreno serán el motor de la transición hacia suelos más sanos.
El editorial que deja la jornada del 5 de diciembre es claro: la sostenibilidad no se construye en discursos, sino en el suelo. En ese territorio silencioso que sustenta la vida, fija carbono, depura el agua y sostiene la agricultura. Europa ha decidido escucharlo. Y España, con el liderazgo técnico de sus organismos de certificación ecológica, está llamada a desempeñar un papel protagonista.
Porque la transición ecológica —y la lucha climática— no se hará en el aire ni en los océanos: se hará en el suelo. Y 2025 marcará el inicio de esa nueva etapa.